La cotidianeidad se puede hacer literatura. Intento hacerlo. No prometo buen resultado.
miércoles, 15 de agosto de 2018
VIRGEN Y COLORES
Hay lugares que causan miedo. Por ubicación, por población, por la imagen de las casas. Por estigmatización.
Muchas personas no se atreven a ir a ciertos lugares por miedo a que les pase algo , y es entendible. Lo que no saben es que se aíslan, y aíslan a toda una comunidad que , en ese aislamiento social, tiene sus propios códigos de convivencia, sus propias reglas y su propio ritmo.
Uno de esos barrios es el llamado ‘’ oncativo’’, en la orilla sur del río. Ahora es más fácil llegar debido a los cambios en la accesibilidad vial.
A primera vista, el barrio tiene un tono marrón, producto de las calles de tierra y las casas construídas como se pudo. Hay algunas de material, y también otras de chapa. Allá se vislumbran algunas de madera, pero son la excepción. Es un barrio al que le falta colores vivos.
No es algo menor .. ¿Sabrán los habitantes que existe ese barrio? ¿Sabrán que allí también hay gente que ha nacido, que vive, que tiene derechos, que tiene una vida? Lo dudo.
La avenida de las Américas y la avenida costanera son las calles que marcan el ritmo del barrio. Calles de tierra y de mucho guadal, esa tierra fina que complica el caminar y se pega con la ropa y los cabellos cuando hay mucho viento. Quizás por eso el tono marrón también.
Desde esas calles se abren muchos pasajes casi inaccesibles , cuyas casas están enfrentadas por pocos metros. Los vecinos se conocen todos, y preguntar allí por alguien invita a una charla sobre la vida del barrio, su propia vida y los golpes que han sufrido a lo largo de esta.
Lo cuentan con naturalidad, como si fuera normal ¿Por qué? ¿Qué es lo normal en esos golpes?
Los puntos de referencia del barrio son , justamente, lugares físicos coloridos. El centro comunitario, pintado de un fuerte color verde, una casa celeste, un comedor pintado de naranja más allá. Otra forma de ubicarse es tomar como punto de dirección la Virgen en el centro del barrio, pintada de color celeste, con su mirada complaciente con esa comunidad de caballos, carros, perros, tierra y vulnerabilidad.
Los habitantes confían en su protección. Una señora que vende pan casero por todo el barrio, antes de iniciar su jornada laboral, pasa por la virgen, se arrodilla y le pide por ella y su familia.
Es en la única en quien confía, ya que es la única en quien le queda para confiar. Lo transcendente es su apoyo para vivir su realidad de la mejor manera posible ya que lo inmanente, lo material, los ha abandonado a su suerte. O como se escucha por las laberínticas calles, bañadas en tierra y en agua contaminada por la basura: ‘’estamos a la buena de Dios acá’’.
¿La Virgen sabrá que están allí?
miércoles, 8 de agosto de 2018
ZAPATILLAS
La mañana es fría. El sol asoma pero todavía no calienta como lo hará al mediodía. El termómetro marca 6º golpea sobre todo en las manos. Los pasos se suceden en la tierra, ensuciando las zapatillas, o mejor dicho, llenándolas de historias, de vivencias y de miradas. A la izquierda hay una casa que la sociedad ha encasillado como ‘’rancho’’. Los ranchos tienen techo de chapa, están sucios, con patios descuidados, cosas acumuladas tiradas por todo el lugar. Hay un dato , por eso la visita.
Sin prejuicios, sin miedos, entendiendo al barrio como ese sitio al cual apenas dejaron ser, porque allí se asientan los nadies. Ese rancho es la casa que se pudo construir, ni más ni menos.
Suenan los golpes de las manos como un timbre natural, ya que timbre eléctrico no hay. La puerta del hogar (basta de decirle rancho) está abierta. Solo se interpone una cortina entre el afuera y el adentro. Asoman unas zapatillas debajo de las cortinas. Hay alguien ahí pero no sale. Nadie se asoma.
Las zapatillas desaparecen, por lo que la persona que las tenía puestas ya no está detrás de la cortina que oficia de puerta. No sale al llamado del sonido del golpe de manos, y es entendible. A esa persona nunca la visitan, solo la excluyen hasta dejarla en situación de no querer recibir visitas. Desconfía. Prefiere volver a su lugar de pertenencia, que es su hogar , su lugar seguro. Si, también hay seguridad en los marginados. La marcha de los pies continúa por la calle Biassi, en el sur de la ciudad. La tierra sigue pegándose en las zapatillas, en la ropa, en el pelo …
Las casas, mal llamadas ranchos, se suceden en el paisaje como los pasos en la calle. En algunos hay caballos, en otro hay motos destartaladas pero que llevan y traen al trabajo y solo eso importa.
La recorrida se termina. El viento frío no, y solo queda pensar en como se deslizaba por esa cortina de esa casa en la calle Biassi. Que habrá llevado a esas zapatillas a no correr la cortina, qué habrá vivido en su trayecto de vida, y que le toca vivir. Ojalá haya tenido con qué calentarse. Hasta en eso les han fallado.
lunes, 6 de agosto de 2018
LOS BORDES
Los habitantes del barrio ‘’Ciudad Nueva’’ están habituados a vivir en los bordes. Años atrás, se asentaban en la costa del Río. Hoy su antigüo barrio está ocupado por una costanera que, en épocas de carnaval, se usa de corsódromo. A ellos los trasladaron a otro sector, alejados de su lugar de origen. Los llevaron hacia el sur de la ciudad, y les dieron una casa a cada familia.
Coloquialmente, se conoce al barrio como ‘’las 400’’. El barrio limita con Casasnovas. La frontera barrial es la calle Francisco Zarco.
El sol de agosto y el calor primaveral hacen olvidar por un rato el invierno. Es la hora de la siesta y poca gente anda por la calle. En el centro de la comunidad, se encuentran la escuela, el jardín, el SUM y una plaza bastante grande que siempre está llena de niños y jóvenes. A esta hora, la mayoría de los adultos están descansando de una mañana dura de trabajo, actividad que continuará por la tarde.
La música suena fuerte en distintos puntos del barrio. Cumbia, cuarteto y reggaetón son los ritmos que rompen con la monotonía del lugar. Más allá, un hombre deja su carro enfrente de su casa y ata el caballo que lo tira. Él también tiene que descansar. Un grupo de chicos juega al fútbol en la cancha detrás del SUM. En la plaza, varios jóvenes están agrupados , charlando vaya a saber de qué, fumando, disfrutando del clima generoso que les ha tocado. Un detalle que no es menor es los que rodea a la escuela: está completamente alambrada, incluso con púas, y en las esquinas tiene cámaras de seguridad. Un panóptico escolar.
En ese barrio, marginado y estigmatizado, hay gente que busca algo más. Camina hasta el SUM en busca de un derecho que le fue privado por la vida. Decir vida es ser generoso, más bien privado por el sistema quedaría más acorde.
Ese grupo rompe su rutina para ir en busca de la alfabetización que les fue negada. Por propia voluntad se acercan.
Corre el mate amargo y ellos , entre actividad y actividad, conversan sobre su vida y sus raíces. Entre mate y mate cuentan por qué van allí, su vida familiar, sus problemas, sus peleas y reconciliaciones. Escuchar y no ceder ante lo que se oye es todo un ejercicio anímico. Hablan con naturalidad sobre la vida que les ha tocado, y también sobrevuela en la charla una fé inquebrantable en Dios, Ser Supremo que los ha puesto allí, y confían en que ‘’le va a tirar un centro’’.
Anhelan una vida con menos golpes y más alegrías y allí, en la siesta de un día primaveral de invierno, en el SUM del barrio ‘’Ciudad Nueva’’, quieren comenzar a conseguirla.
sábado, 4 de agosto de 2018
ORILLAS
En la Ciudad de Río Cuarto hay mucha gente asentada en las orillas del Río. Conforman todo un barrio que se extiende a lo largo de la costanera, con una carácterística muy particular: es un barrio ‘’estirado’’. No tiene manzanas, sino que todas las casas están sobre la calle. Lo más parecido a una manzana son las casas internas detrás de las que dan a la calle, de tierra, por supuesto.
En Río Cuarto, decir ‘’orilla del río’’ es sinónimo de villa, de robo, de droga, de mala gente. De marginación y olvido, de exclusión social. La gente pasa por arriba del puente y mira hacia abajo, viendo nada más que ‘’negros que te pueden robar’’. Esa imagen es todo un símbolo. ‘’Nosotros pasamos rápido por arriba, ellos quedan allá abajo’’. La crueldad en una imagen.
Internarse en esa costanera es una experiencia que debe ser vivida. Las casas se encuentran de un solo lado de la calle (con raras excepciones) y se extienden hacia el horizonte. Las casas son diferentes. Predominan las chapas en los techos, las paredes sucias, los perros en las puertas, los frentes alambrados, los caballos y los camiones que transportan arenas. Las areneras son también un paisaje recurrente del lugar.
Las personas que habitan allí toman mates en las puertas de sus casas, orgullosos de su lugar de pertenencia, con los niños correteando por todos lados, jugando. Allí, como en otros lugares periféricos, los niños todavía conservan la inocencia de jugar con todo el entorno que los rodea, ajenos a la realidad en la que les toca crecer. Por lo general, los hombres trabajan y las mujeres son las que llevan las riendas del hogar.
En muchas casas , la gente cultiva y cría animales para consumir o vender, que se suman a las changas que salen para trabajar. Todo vale para tener el plato de comida en la mesa del hogar.
Allí, en los bordes, sobrevive una forma de vivir que se ha perdido. Son conscientes de la exclusión a la cual son arrojados por la sociedad, y sobran las miradas desconfiadas, pero también sobran las invitaciones a un mate caliente, a una charla sobre la familia, la vida, y sobre lo que significa para ellos vivir donde viven.
jueves, 2 de agosto de 2018
LUCHAR
``No tengo más ganas de luchar’’
Esas palabras se clavan como un puñal en el corazón. Fueron pronunciadas por una persona cuya vida está plagada de adversidades. De todo tipo. Económicas, físicas, emocionales. Adversidades del alma.
Estar en contacto con las comunidades barriales marginadas por el sistema y la sociedad hace que esa frase no sea infrecuente. Incluso, que sea entendible.
¿Qué sentido tiene luchar una vida que da pocas alegrías y muchos golpes fuertes?
Pero ahí es donde está la dignidad de los nadies del sistema. Siempre encuentran una razón para seguir adelante. Siempre hay un caballo que tira del carro, siempre hay un carro, una moto, una bicicleta o piernas para andar, para seguir viviendo y sobreviviendo a pesar de todos los golpes que reciben.
Los nadies dejan de ser nadies. Son humanos, personas de miradas duras y corazón caliente que le hacen frente a su realidad y quieren cambiarla. Lo hacen como pueden.
Algunos trabajan, otros se involucran en los asuntos del barrio, otros lo hacen desde la educación básica. Si, hasta eso les han negado, y sin embargo ellos deciden educarse, deciden seguir trabajando, deciden estar presentes en la comunidad.
De eso se trata. De mirarse, humanizarse, de saberse una persona con derechos y deberes, de seguir siempre mirando el horizonte, sabiendo que allí espera la dignidad, lista para acompañar a quien decida ir por ella.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)