La cotidianeidad se puede hacer literatura. Intento hacerlo. No prometo buen resultado.
lunes, 22 de marzo de 2021
EXISTENCIA
Suena una guitarra.
Las voces desafinadas anuncian la felicidad efímera que entregan las compañías y el alcohol.
¿Cúal será el motivo de la velada barrial? Lo que si está claro es que por un momento se olvida la penuria intrínseca que acompaña el existir.
La mañana.
El rocío cubre el pasto que comienza a sentir el advenimiento del otoño.
El sol que apenas se asoma en el urbano horizonte y sus rayos, tímidos, se diseminan por las calles, las plazas y los pasajes angostos.
Dentro, el agua caliente del termo llena un mate que invita a la reflexión. Deseado momento entre la vorágine rutinaria, sirve como un bálsamo al mar embravecido que inunda el alma y hace temblar las estructuras presentadas como inamovibles. Se podría trazar un paralelismo con el Abraham de Kierkegaard, ese hombre de carne y hueso elegido por Dios y sometido a su voluntad, que acepta silencioso los designios del altísimo.
Lleva sobre sus hombros el peso de Dios y camina en su silencio.
Afuera, un hombre pasa caminando, llevando el mismo peso. Quien escribe estas líneas también, solo que tanto en esos hombros como en estos, no hay Dios, hay existencia.
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