La cotidianeidad se puede hacer literatura. Intento hacerlo. No prometo buen resultado.
sábado, 12 de octubre de 2019
TARDE DE TRABAJO
El sol abraza con fuerza, señal de que ya pasó la crudeza del invierno y se acerca el verano. El sudor corre por la espalda y la frente, cada vez más grande. Hoy nos toca caminar por la costa norte del río para acercar a los vecinos que no sepan leer ni escribir la posibilidad de aprender.
Si, en la Argentina de la abundancia y de la alegria, hay gente que no tuvo acceso a la educación. Duele, y mucho.
Llegamos al barrio en bicicleta. Últimamente, y por decisión propia, me manejo en bicicleta. Es mas sano para mi y para el medio ambiente. Los manuales de clase media llena de prejuicios dicen que no hay que ir en bicicleta, porque no sale de ahí, pero la experiencia dice también que el prejuicio no siempre tiene razón.
Bajamos. El primer vecino que nos recibe nos cuenta que el está en situación de analfabetismo. Quedamos en encontrarnos la semana que viene. La imagen se repite varias veces , al igual que la imagen del lugar.
Casas de ladrillos block , grises oscuros, sin ningún tipo de planificación conforman la vista del barrio. Se destaca una casa con los colores verde y blanco, patio grande y jardín cuidado, propiedad de una señora del Paraguay.
Los carros de los areneros abundan por el lugar. Es natural que muchos habitantes se dediquen a la recolección y el comercio de la arena.
Nos cruzamos con un joven que nos cuenta que su hermano se mandó una cagada y está preso, situación que preocupa a la familia. La justicia de Río Cuarto depende de la billetera.
Recorremos la totalidad de la costa, viendo qué hay muchas casas nuevas, también grises, también precarias.
Subimos.
Nos internamos en un pasaje serpenteante, típico de estos asentamientos, y descubrimos una copa de leche, una casa con un frente muy cuidado donde el asador funciona a diario y muchos niños jugando en bicicleta que nos preguntan por las nuestras.
Cachorros de perros nos siguen, mientras sus padres duermen bajo una planta. En todo el lugar circula el mate bajo la sombra. Todos se saludan y nos saludan cuando nos ven caminar con las bicis al lado.
El barrio está tranquilo. Nos cuenta una vecina que los jóvenes que ‘’hacían problemas’’ ya crecieron y formaron su familia. Allì hay otras preocupaciones. No existe la cotización del dólar ni el riesgo país , sino ver qué se come en el día.
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