La cotidianeidad se puede hacer literatura. Intento hacerlo. No prometo buen resultado.
jueves, 3 de octubre de 2019
PUESTO DE RUTA
Los puestos de ruta siempre llaman la atención. Precarios en tamaño y materiales de construcción, soportan las inclemencias de la intemperie, que los castiga con el viento, el calor insoportable del verano y el frío penetrante del invierno.
Siempre me llamó la atención uno en particular: el que está en el cruce de la ruta A005 y la que va a Holmberg, sobre las vías del ferrocarril.
Recuerdo que de niño, ese puesto siempre era atendido por un señor que se preocupaba por mostrar su amor por Boca. Vendía chanchitos alcancia , de esos que están sentados, sonrientes y con los colores de equipos de fútbol. Siempre los de Boca estaban delante de los otros, y ademas eran llamativos los distintos tamaños, desde la palma de la mano hasta un bebé regordete.
Pero volviendo al puesto, a ese guardián de chapa que custodia ese cruce de ruta. Pasé hace poco y recordé todo aquello que me llamaba la atención de niño. La sorpresa fue encontrarlo cerrado …
¿Por qué?
¿Qué lo llevo a no tener más esos chanchitos que me fascinaban?
Nunca lo sabré, pero el verlo después de tantos años invita a reflexionar sobre uno mismo. Las cosas cambian, la vida pasa . Probablemente ya no vuelva a abrir su puerta de chapa, arreglada al paso y con los pocos recursos que tenía su dueño de Boca, pero seguirá custodiando ese cruce de ruta peligroso donde autos, camiones y bicicletas conviven en una frágil armonía vial que cada cierto tiempo se rompe.
¿Cuántos accidentes habrá presenciado en silencio ese puesto? ¿De cuántas muertes habrá sido testigo silencioso?
Las cosas cambian. La vida pasa. El puesto sigue allí, venido a menos, cerrado con candado y sin sus chanchitos, pero sigue.
Como la vida …
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