Estación de tren. Pasarela.
El pasto seco del invierno; antiguo tanque de agua oxidado,
todavía digno.
Las vías asoman temerosas en la tierra, lo cual delata la falta de trenes que las recorran. Un hombre común y corriente está sentado frente a una amplia ventana del segundo piso de la estación, contemplando el paso de la luz del sol invernal a través del vidrio.
Una calle transitada divide a 2 mundos diferentes,
funcionales a épocas distintas, separados por las mismas, fusionados por el
tiempo que ha corrido, y corre para ambos.
Mirando hacia el este, se puede apreciar el mundo que se
corresponde con la época. Casas bajas se divisan, habitadas y en cuyo interior
se suceden mundos internos, propios de las dinámicas privadas.
Los progresos de la
humanidad son normalizaciones cotidianas de las personas que habitan en su
tiempo. Aquellos que habitan en el tiempo de trenes y estaciones, en cambio, ya
no son.
Una de las personas
actuales, de las que son, trabaja en la estación que resiste el paso de la
modernidad que todo los consume como el fuego a las leñas de una estufa. Su
labor no tiene nada relacionado con el lugar físico que ocupa.
Tiempo y estructura.
Construcción que se utiliza para periodizar la vida.
Pasado, presente y futuro.
El presente es el punto de encuentro de pasado y futuro, y
como tal, no tiene espacio para ser.
El pasado es memoria
y recuerdo. El futuro es deseo, especulación y proyección; por lo tanto, el
presente no ha de tener lugar. El único presente posible se materializa entre
el segundo que pasó y el que vendrá.
El tiempo abstracto,
pasado y futuro, puede ser pensado. La estación de tren, extemporánea, funciona
como fusión de pasado y futuro, materializada en una simple estación de trenes
que no es, pero es.
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