La cotidianeidad se puede hacer literatura. Intento hacerlo. No prometo buen resultado.
martes, 31 de enero de 2017
MI MAQUINA DEL TIEMPO
No podemos volver el tiempo atrás. La física lo dice. Hasta ahora no se ha inventado la máquina del tiempo de Herbert George Wells. Esto de los viajes en el tiempo es algo que tiene obsesionado al hombre desde la existencia misma del tiempo, siendo este una construcción del hombre.
Como decía, la física y los físicos nos dicen que no se puede volver el tiempo atrás, pero yo digo que sí se puede, sólo que no como dicen aquellos. La clave de los viajes en el tiempo está en nuestra mente. Ella nos lleva a donde queramos. Nos trae el pasado y nos construye un futuro. Algunos podrán leer esto y refutarlo diciendo que no son viajes en EL tiempo, sino en MI tiempo. Lamento decirle que no discutiré, sino que les daré la razón porque yo comparto esa afirmación. La mente no nos lleva a la crucifixión de Cristo ni a la América Precolombina, sino que como dije más arriba, nos lleva a nuestro pasado, y nos construye un futuro. Esto también es viajar en el tiempo ¿Acaso la física tiene la potestad para decidir sobre estas cuestiones?
Volviendo a los viajes en el tiempo, hace unos días tuve la feliz experiencia de volver al lugar de vacaciones de mi infancia, que fue volver a la infancia misma. Pasé de tener 26 años a tener 8. Retrasé mi vida 18 años. Si, viaje en el tiempo.
Recordé las mañanas húmedas yendo a comprar el pan casero recién horneado que era untado en picadillo, el hotel del lugar (ego altísimo para autodenominarse hotel) , el maravilloso río que serpentea por las enormes piedras. En las aguas de ese río aprendí a nadar. Recuerdo con ternura la piedra donde pescábamos mojarritas que luego se destripaban y se freezaban para tirarlas al aceite hirviendo al final de las vacaciones. Ahora suena cruel, pero a los 8 años la crueldad no está desarrollada en nuestra personalidad. O sí. No lo sé. Prefiero pensar que de niño conservamos ese instinto básico heredado de la evolución que nos dice que para comer hay que cazar y pescar.
Recuerdo también la inconsciencia de trepar piedras gigantes buscando vaya a saber qué, la mulita que venía a pastar , el sol yéndose por detrás de las montañas, las noches eternas jugando a los juegos electrónicos con las fichas esas viejas de metal. Nunca alcanzaban las horas. Todos esos momentos se vinieron de golpe. El pueblo enclavado en el medio de las sierras de comechingones cambió un poco, pero en esencia se mantiene igual que hace 18 años.
Yo sí puedo decir que soy un viajero del tiempo. No como lo imaginó Wells. Prefiero viajar a mi manera.
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